viernes, 4 de julio de 2008

La Televisión y la familia



Es una evidencia que la presencia de un televisor en un hogar en primer lugar tiene un efecto masivo de censurar la conversación familiar. Ya no se habla más, y si se habla,las palabras son vistas como un fenómeno parasitario. De esta manera, desaparece todo una trama de enunciados, gestos, conductas que garantizaban la circulación de ideas dentro de la familia y que definían el lugar de cada uno en su seno. Médicos, pediatras,psicólogos y sociólogos consideran preocupante que cuando padres e hijos se reúnen a la noche, la televisión impida las relaciones personales indispensables para el bienestar de la familia. Las propias razones de ser del hogar parecen desvanecerse alrededor del aparato. Parece que este, cuando esta encendido, domina la vida familiar.


En una familia donde los niños miran televisión durante veinte o treinta horas semanales, y los adultos ven un promedio de diecisiete horas, la televisión tiende a vaciar cualquier otra actividad. Deportes, jardinería, juegos, cantos, narración de cuentos, conversaciones, horarios regulares para comer, paseos, hobbies, trabajos hogareños, visitas a los parientes y amigos: todo el edificio de actividades que constituye la cultura social de la familia, acaba siendo reemplazado por el vacío.


El telespectador tiene la tendencia a consumir cada vez más y cada vez peor. El se aísla; cada uno mira la tele en su rincón, padres/hijos, marido/mujer. Ir cada uno a su cuarto para mirar cada uno su película ¿no es una forma de ruptura? Hay menos conflictos, pero una mayor soledad de cada uno delante de su aparato.


Además, al teleadicto le parece normal la violencia en la casa. Muchos que viven asistiendo a escenas anti-familiares en la pantalla chica pueden acabar creyendo que eso es lo normal.

Las familias de elite hacia las cuales las familias populares se vuelven normalmente a la búsqueda de modelos genuinos y adaptados, también están siendo corroídas por la misma ofensiva antifamiliar que emana la televisión.


Durante un tiempo se creyó que las familias con problemas domésticos, de escasa instrucción o pobres, serían beneficiadas por la televisión. Se esperaba que encontrarían un sano entretenimiento, que tendría fácil acceso a la educación y a fuentes de información de provecho. Sin embargo, ha sucedido lo contrario, pues son ellas las familias más perjudicadas por los malos efectos de la programación actual y de la teleadicción.


Los niños de ambientes sociales dotados de un volumen de capital cultural legítimo más débil son los mayores consumidores de televisión. Las familias mejor dotadas de capital económico aprovechan las vacaciones escolares para aumentar sus inversiones en el capital cultural. De esta forma, mientras que los hijos de obreros se quedan mirando televisión, los niños más privilegiados hacen deportes, se ejercitan con la música.



La televisión queda como la única ventana abierta a un mundo supuestamente mejor.
Pero el horizonte que esa ventana descubre está repleto de perversos modelos que de un modo creciente y sistemático estimula la manifestación de extremos de vulgaridad, de masificación y de proletarización.


Cuanto más educado y más alto es el nivel profesional de los adultos, tanto menos las familias ven televisión. La gente de bajo nivel educacional propende a ver gran cantidad de programas de entretenimiento, reality shows, comedias, novelas, series de acción y shows en juego. Las familias con una educación más baja recurren menos a los medios de comunicación escrita, que las familias mejor educadas, por lo que su ambiente comunicacional, está mucho más más exclusivamente centrado en la televisión



El desplazamiento de la madre y su reemplazo por la pantalla chica como "niñera electrónica " o "reina-madre" es una revolución que desencadena desórdenes psíquicos y emotivos profundos en el niño que hace sus primeros aprendizajes de la vida.
Una analogía extraída de la naturaleza animal y estudiada en psicología auxilia para comprender cuán hondas pueden ser estas perturbaciones. El Dr. Donald Olding Hebb,profesor de Psicología en la Universidad McGill (EE. UU ), resumió las investigaciones sobre los patrones de aprendizaje temprano de los animales recién nacidos. Estos trabajos muestran que numerosos animales, por instinto natural, tienden a identificar el primer ser moviente con uno de sus padres. Y, cuando éstos faltan, buscan otro animal incluso de diferente especie, como un ser humano, que pueda "reemplazar" la genitora.


Esta pseudo-"madre" les queda marcada como tal para el resto de su existencia. La analogía de situaciones nos lleva a preguntar si algo de parecido no está ocurriendo con los "hijos" de la televisión. Tanto más cuanto la dependencia afectiva del televisor ya se hace sentir, en proporciones alarmantes, entre los adultos criados junto a la pantalla chica
Tomado de:www.monografias.com

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